Artículo
Nº 59 de nuestro Primer Libro
Escrito el año
2.009.
Ruiz Botello Edgar.
“Bicentenario
de Darwin”.
Artículo en el matutino “El Diario” del 9 de marzo de 2.009. Página 2 del
primer cuerpo. La Paz-Bolivia-Sudamérica.
Bicentenario de Darwin
Autor: Dr. Edgar Ruiz Botello.
Médico Cirujano, Egresado de Ingeniería Agronómica. Ex
Catedrático de la carrera de Ingeniería Industrial de la UMSA. Ex Consultor de
Naciones Unidas. Investigador, Analista, Columnista y
Escritor.
Edición y revisión: Egresado de Psicología William
Marcelo Ruiz Botello y Egresado de Derecho Marwin Eduardo Ruiz Botello.
El 12 de febrero se
recordó los 200 años (un número cabalístico en el 2009 en Bolivia) del
nacimiento del científico británico Charles Darwin.
Cuando contaba con
22 años de edad, emprendió un viaje por mar, por todo el Mundo, en la
embarcación denominada Beagle. Esta travesía y otras experiencias le ayudaron a
plantear y dar a conocer la “Teoría de la Selección Natural”, que en definitiva
desembocó en la “Teoría de la Evolución”. Sin lugar a dudas, en ese entonces,
la teoría fue fantástica y aún hoy es increíble, pero en ese tiempo contradecía
a algunas corrientes religiosas que se basaban principalmente en la “Teoría
Creacionista”, especialmente en el punto concerniente a la creación de Adán, el
primer hombre sobre la Tierra, minuciosamente explicada en La Biblia, ya que
contrariamente, la Teoría Evolucionista indicaba que el hombre tendría que
haber provenido de la evolución de un simio (luego se habló de intermediarios
como los Homo erectus, australopithecus y otros).
La Teoría
Evolucionista siempre fue una piedra en el zapato para la Teoría Creacionista,
pero en los últimos tiempos se tratan de compatibilizar ambas teorías.
Debemos poner de
relieve el trabajo llevado a cabo por Darwin, que realizó el lanzamiento de la
Teoría Evolucionista en un tiempo en que no se conocían todavía las “leyes de
la herencia” de Mendel, ni tampoco la “biología molecular”, ni siquiera existía
la posibilidad, de la creación por las manos del hombre, de nuevas razas o
variedades, en tiempos relativamente cortos y en tan solo una generación, ya no
en once como mínimo, lo que ocurría en las antiguas civilizaciones, cuando se
creaban nuevas variedades de quinua, papa, etc., así como diversas razas de
animales.
Algunos mencionan
que Darwin falleció sin creer en su teoría, pero en la actualidad la propuesta
es factible, conociendo la gran plasticidad de los genes de los cromosomas,
para la constitución de nuevos organismos.
La no credibilidad
se basa, entre otras, en la falta de los “eslabones perdidos”, pero éstos tal
vez nunca existieron, produciéndose simplemente, la mutación en los genes
debido a la “función crea al órgano”, con el consecuente gran salto en la
estructura anatómica, sin la existencia de eslabones entre las especies.
Las teorías
evolucionista y creacionista actualmente no pueden darnos luces totalmente
palpables y respuestas claras a las preguntas ¿de dónde viene y a dónde va el
ser humano? en este largo viaje por el espacio y la preocupación sobre la
resurrección y la vida eterna.
Tal vez para
compatibilizar ambas teorías, se podría mencionar, pecando de muy soñador, lo
siguiente: La Tierra viaja por el espacio desde mucho después del Big Bang,
Gran Explosión o Creación misma, donde parte de la energía que reinaba en el
espacio y el tiempo, se hizo materia (¿implosión?), en forma inversa a la Ley
de Einstein (explosión, E = vmv) y muy posteriormente lo espiritual (¿energía?)
se convirtió en el cuerpo del Homo sapiens (“a imagen y semejanza” ¿de la
energía que reinaba inicialmente en el espacio en el Big Bang?, ¿somos “uno”
con el universo?). Recordemos que en un sistema cerrado la energía no se crea
ni se pierde, solo se transforma. La Tierra viaja con un rumbo fijo y
cuidadosamente preestablecido, camino a un puerto celestial y arribo glorioso,
transportando o llevando consigo los tesoros más valiosos del Universo, los
máximos exponentes de la evolución, los “seres humanos”, no tanto en su forma
física, sino en su dimensión espiritual, por la adopción y evolución principalmente
de sus pensamientos (centros encefálicos superiores específicos desarrollados),
que les hacen autónomos, totalmente responsables de sus actos y que los ayudan
a discernir entre “el bien y el mal”. Arribarán de esta manera a un puerto
donde se debería cumplir una más de las leyes universales (en un “juicio” o
“selección” extremadamente difícil), que dice que lo inútil debe ser apartado
(la energía mala no puede ser destruida) y lo valioso (esta vez “energía
autónoma” a diferencia de la del Big Bang), debe ser cuidado y admirado,
dominando para siempre sobre la “cuarta dimensión o tiempo”, (porque la energía
no puede ser destruida, es eterna) “por los siglos de los siglos”. Así debería
ser.
lanchamon@outlook.es
www.ensayosedgarruiz.blogspot.com
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